En el siglo XII San Bernardo en una carta dirigida a Guillermo de Saint-Thierry mencional a expresión «deformis formositas formosa deformitates» refiriéndose a una práctica artística y una declaración estética en el marco de un pensamiento platónico, como un pensamiento que tiende a la abstracción, el significado de la obra prevalece sobre la forma.
La «hermosa deformidad» se caracterizaba por cierta despreocupación por la belleza formal y el desprecio de la realidad más inmediata, conceptos todavía vigentes en la práctica artística actual. La superación de lo figurativo es un reto constante para los artistas que buscan apelar a la comprensión de lo abstracto como símbolo de una realidad que no es tangible, donde la prioridad no es lo aparentemente visible.
La aproximación al arte abstracto suele implicar cierto desconcierto, son obras que interpelan a los sentidos por encima del entendimiento lógico. Para deconstruir el lenguaje figurativo se priman otros elementos como el color, el ritmo o la textura, tal y como lo hacen los artistas Ana Rod y Kike Garcninuño que abrazan la «hermosa deformidad» sobreponiendo lo emocional y sensitivo en sus trabajos y dotándolos a la par de una exquisita técnica y calidad.
Ana Rod (1982) trabaja con la materia y lo objectual, domina la cerámica, lo visual y el tacto son una premisa, la observación de la naturaleza y el estudio de la biología una constante. En sus obras alude a un estado previo a la concreción de lo matérico donde las posibilidades son infinitas y donde la Naturaleza se reinventa a sí misma.
El lenguaje pictórico de Kike Garcniñuno (1978) se basa en la combinación de ritmos abstracto. El reto de sus trabajos es la composición donde juega con la pesadez y ligeraza cromática a la par de la sobreposición de elementos. El universo de Garcinuño es puramente sensitivo, busca conectar con lo irracional, es decir, con las emociones más primitivas del ser humano.
(Texto de Laura Darriba)